Ciudad del Vaticano, 21 abr (Prensa Latina) El papa Francisco pidió hoy aquí que la luz de la Pascua ilumine a gobernantes y pueblos del Medio Oriente, en procura de un futuro de paz y estabilidad, comenzando por israelíes y palestinos.
En su mensaje y bendición del Domingo de Pascua, «Urbi et Orbi» (De la Ciudad al Mundo), el sumo pontífice señaló que los cristianos de esa región «no dejen de dar testimonio con paciente perseverancia del Señor resucitado y de la victoria de la vida sobre la muerte».
Una mención especial -dijo- reservo para la gente de Yemen, sobre todo para los niños, exhaustos por el hambre y la guerra.
«Que la luz de la Pascua ilumine a todos los gobernantes y a los pueblos de Oriente Medio, empezando por los israelíes y palestinos, y los aliente a aliviar tanto sufrimiento y a buscar un futuro de paz y estabilidad», apuntó.
Asimismo, abogó por la esperanza «para el amado pueblo sirio, víctima de un conflicto que continúa y amenaza con hacernos caer en la resignación e incluso en la indiferencia».
En cambio, precisó, es hora de renovar el compromiso a favor de una solución política que responda a las justas aspiraciones de libertad, de paz y de justicia, aborde la crisis humanitaria y favorezca el regreso seguro de las personas desplazadas, así como de los que se han refugiado en países vecinos.
Francisco pidió también que las armas dejen de ensangrentar a Libia y «que Cristo vivo dé su paz a todo el amado continente africano, lleno todavía de tensiones sociales, conflictos y, a veces, extremismos violentos que dejan inseguridad, destrucción y muerte».
En ese sentido, mencionó a Burkina Faso, Mali, Níger, Nigeria, Camerún y Sudán, además de desear que «el Señor resucitado sostenga los esfuerzos realizados por las autoridades civiles y religiosas de Sudán del Sur, apoyados por los frutos del retiro espiritual realizado hace unos días aquí, en el Vaticano».
El papa se refirió con las mismas esperanzas de paz a otros países como Ucrania, Venezuela y Nicaragua.
Por otra parte, clamó porque «el Resucitado», «abra nuestros corazones a las necesidades de los menesterosos, los indefensos, los pobres, los desempleados, los marginados, los que llaman a nuestra puerta en busca de pan, de un refugio o del reconocimiento de su dignidad».
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